lunes, 29 de agosto de 2016

Que es ser geógrafo / geógrafa?

Palabras clave: enseñanza de la geografía, geógrafos, geografía brasileña
Key words: teaching of Geography, Geographers, brasilian Geography

¿Qué es ser geógrafo?, ¿porqué se hace uno geógrafo?, ¿cómo llega a serlo? Se trata de preguntas que profesores y estudiantes de esta disciplina se han hecho en muchas ocasiones. Cuando se les hace a académicos de cierta edad las respuestas son muy variadas. Yo mismo la he hecho en ocasiones a colegas de diferentes países. Las contestaciones han sido variadas. Sin querer hacer ahora una enumeración mínimamente rigurosa, entre ellas aparecen algunos motivos como los siguientes: la influencia de un profesor durante los estudios de enseñanza media, la afición a los mapas y a los viajes, el interés acerca por los pueblos de la Tierra, una vocación súbita descubierta en la Universidad, el horario de los cursos, ser una carrera apropiada para las mujeres por su carácter humanístico, su cercanía a las ciencias, haber tenido un novio geógrafo, la buena memoria para los datos geográficos o numéricos, la oportunidad profesional que ofrecía… Puedo dar fe de que todas éstas y muchas más son las que he tenido al hacer la pregunta. Lo que, de alguna manera, viene a confirmar los resultados que se obtienen al realizar investigaciones de historia y sociología de la disciplina. En el caso de los que se convirtieron en profesores y en maestros de la geografía universitaria europea a fines del siglo XIX, he tenido ocasión de aludir en otros lugares a la “mezcla excitante” de especializaciones y de motivaciones que tuvieron los geógrafos de ese periodo para practicar esta ciencia.
Que un maestro de la geografía a cierta edad acepte hacerse esta pregunta de qué es ser geógrafo y responda a ella es, sin duda, muy interesante. Es lo que ha hecho en este libro el profesor Aziz Nacib Ab’Saber, un maestro reconocido de la geografía brasileña, a preguntas de la periodista bahiana Cynara Menezes.
El libro es una iniciativa editorial excelente que, según se explica en la obra, fue concebida como un proyecto destinado principalmente a los lectores jóvenes en edad de definición profesional. La idea de presentar lo que es la profesión a través de las palabras de grandes especialistas en la materia me parece magnífica. Pone al joven ante las vicisitudes de una vida entera, las vacilaciones, los azares, las elecciones, los esfuerzos, las mezquindades y los fracasos. La colección en la que se inserta ha publicado otras obras similares, y ya se tiene la de O que é ser arquitecto, realizado por la misma C. Menezes, y dedicado al arquitecto Joâo Filgueiras Lima (Lelé Figueiras), y otros sobre lo que es ser astrónomo, dentista, director de cine, médico, periodista o abogado.
La respuesta que da el profesor Ab’Saber a esta pregunta nos permite a nosotros reflexionar sobre lo que ha sido la geografía para los maestros actuales de esta ciencia, y sobre lo que es hoy la disciplina después de la profunda evolución que ha tenido en el último medio siglo.
También nos pone directamente frente a un hecho verdaderamente admirable: la capacidad que ha tenido Brasil, como otros países americanos, para integrar rápida y eficazmente a unas elevadas cifras de inmigrantes, permitiéndoles acceder a los escalones de gran calificación profesional. Es, sin duda, un éxito extraordinario que muestra un camino para el futuro, pero que no sabemos si podrá repetirse, ya que a pesar de la mayor riqueza que existe en todo el mundo, muchas características y condiciones de los movimientos migratorios internacionales están cambiando rápidamente.
En todo caso, Brasil ha sido un medio social capaz de generar poderosos movimientos de ascenso social y un crisol extraordinario en el que se han mezclado de forma asombrosamente enriquecedora personas procedentes de países y culturas muy diferentes. Sobre lo primero, la movilidad y el ascenso social, me limitaré a citar la frase con que comienza la película realizada por el cineasta Silvio Tendler sobre un gran maestro de la geografía brasileña y mundial, y que me impactó profundamente: “Milton Santos, nieto de esclavos”. Que en tres generaciones un nieto de esclavos pudiera convertirse en un brillante académico y profesional es algo de lo que han de estar orgullosos todos los en que en Brasil han luchado por la democracia, por la abolición de la esclavitud, y por la justicia social.
En cuanto a la capacidad para asimilar inmigrantes de procedencia diversa, lo que cuenta Aziz N. Ab’Saber es también muy significativo. Nació en 1924, de padre inmigrante libanés maronita. Su padre había cruzado el Atlántico por primera vez hacia 1911, a la edad de 15 años, enviado por su abuela para rescatar al abuelo que llevaba ocho años en Brasil, en la región serrana de Sâo Luiz de Paratinga, en el interior del estado de Sâo Paulo. Iba solo, no hablaba el portugués, desconocía todo sobre Brasil, y no tenía ninguna idea de cómo llegar a Sâo Luiz de Piratinga. Creo que vale la pena reproducir lo que hizo el niño al llegar a Rio de Janeiro, bajar del barco y encontrarse solo en el puerto, tal como lo cuenta su hijo Aziz:
“Anduvo por las calles cercanas, hasta encontrar a alguien que tuviese la fisonomía árabe –que es más fácil de identificar debido a los ojos, oscuros y almendrados. Y tuve la suerte de encontrar a una señora, que le habló en árabe y le explicó lo que debería hacer: primero cambiar en la aduana el poco dinero que llevaba, seguir hasta la estación Central de Brasil y allí subir al tren que iba hacia Taubaté. En esa ciudad podría encontrar información sobre los horarios de los tropeiros, y podría partir con ellos hacia Sâo Luiz.
Mi padre fue andando hasta la Central do Brasil y dijo al taquillero: 'Taubaté'. Solo sabía decir eso... Entró en el tren con mucha hambre porque ya había desembarcado hacia tiempo y no sabía donde comprar cosas para comer. Esos hechos narrados por él han quedado en mi memoria: la tragedia de quien llega y no sabe nada del lugar donde llegó, la lengua, las costumbres y los espacios geográficos.
En Taubaté mi padre tuvo que repetir las mismas escenas que en Rio. Anduvo por las proximidades de la estación, y volvió a buscar a alguien que tuviese cara de árabe, y otra vez la encontró. Tuvo suerte; otra mujer. Ella le dio las indicaciones que le ayudaron a llegar hasta unas tiendas que eran propiedad de unos sirios.
Ellos ya no hablaban bien el árabe, pero pudieron explicar a mi padre que tenía que ir a una esquina del mercado, donde encontraría los tropeiros que iban a partir de madrugada hacia Sâo Luiz”
No hace falta continuar el relato. Lo reproducido basta para ver la capacidad y la decisión del niño de 15 años, y permite entender que cuando, al año siguiente de regresar con el padre a Líbano, su madre decidiera enviarlo de nuevo a Brasil -a causa de las amenazas terroristas contra los maronitas- pudiera desenvolverse bien en América, dedicarse al comercio ambulante, poner una pequeña tienda, casarse con una joven campesina brasileña, cambiar varias veces de domicilio y ganar lo suficiente para poder mantener seis hijos, y pagar los estudios universitarios a algunos de ellos, entre los cuales a Aziz y a Nidia, que se convertiría también, al igual que su hermano, en una prestigiosa y respetada geógrafa, Nidia Nacib Pontuschka.
La pregunta de porqué se llega a ser geógrafo supongo que tiene una respuesta más fácil en el caso de la hermana menor, que ya tenía un ejemplo cercano. Pero en el de Aziz creo que se explica, sobre todo, por el papel de un profesor durante la enseñanza secundaria.
El libro se inicia con el recuerdo de un viaje infantil al que retrospectivamente concede una importancia fundamental:
“mis primeros viajes, todavía en la infancia, hechos por alguien que no pensaba que un día se volvería geógrafo, adquirirían, posteriormente, una importancia fundamental. A lo largo de la vida, cada impresión que tuve de paisaje, de clima o de tiempo fue interpretada por mí geográficamente más tarde, por más recóndita que estuviese en la memoria. Al poco tiempo alcancé la noción de organización natural del espacio frente a la (des) organización humana del territorio”
Los recuerdos de ese primer viaje desde el interior hasta el mar, realizado a los seis años, son muy vivos para el niño convertido en geógrafo. Pero otros muchos niños han tenido esas vivencias y otras más intensas y nunca llegaron a ser geógrafos ni se interesaron jamás por la geografía.
Durante los estudios de enseñanza secundaria las orientaciones posibles eran muchas. El niño Aziz podía haberse sentido atraído por muchos otros estudios. A partir de su relato sospechamos que podría haber llegado a ser un gran matemático o un gran científico natural. En una ocasión Jean Tricart, después de leer sus trabajos, dijo que tenía un espíritu “muy geométrico”; aunque lo decía con referencia al énfasis que ponía en las formas del relieve y no en las estructuras del paisaje, esa frase parece confirmar una actitud que va más allá, una actitud decididamente científico-naturalista.
Pero los profesores que tuvo durante la secundaria no eran todos buenos y no fueron capaces de atraer al joven. El de geografía no parece haber sido especialmente brillante, por lo que dice más adelante: la clase de geografía era “mucho a base de memorización”, y solo consistía en nombres y nombres (p. 156). En el caso de Aziz, el mismo protagonista nos da la clave para entender la orientación que tomó. Fueron las clases de un profesor de historia, Milton Friedericci, lo que le atrajo: “se apoyaba en hechos de geografía regional, situaba los acontecimientos sobre el espacio real, la expansión de ciertos tipos de hechos sobre áreas diversas del mundo”. A lo que el geógrafo ya consagrado no deja de añadir una interpretación, sin duda posterior: “me sentí muy estimulado e interesado por aquella interfaz entre tiempo y espacio –o espacio y tiempo”.
Realmente uno sospecha que lo que le interesaba era lo que señala en primer lugar, el tiempo y el espacio, es decir, primero la historia y luego la geografía. Es decir, que podía haberse convertido en historiador.
En la Facultad a la que llegó, la de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas, los caminos posibles eran otra vez variados. Pero además del gusto por el territorio, él mismo explica la razón por la que no se decidió a seguir la senda de la historia, a pesar de reconocer que le interesaba y que era incluso “un alumno razonable de historia”. La explicación es ésta:
“Ocurrió que un día fui invitado por el profesor Eurípides Simôes de Paula para conocer su biblioteca en el apartamento en que vivía en la plazuela de Santa Cecilia. Cuando vi la biblioteca del profesor, magnífica, repleta de todas las historias posibles, sentí que no sería un buen profesor de historia, porque no podría leer tantos libros. Apenas tenia dinero para salir de Tatuabé o de Belenzinho y pagar el autobús para ir a la Facultad, en la plaza de la República… Fui ahí que comencé a dedicarme más a la geografía”.
Una interpretación interesante pero incompleta. No cabe duda de que con la tradición paterna de esfuerzo e iniciativa, el alumno tenía las fuerzas suficientes para dedicarse a esa ciencia, si lo hubiera deseado con pasión, a pesar del coste económico que podía representar la adquisición de libros. Pero su interés había empezado a estar atraído ya directamente por la geografía desde el mismo momento en que leyó en el tablón de anuncios que había sido admitido a la Facultad:
“En el mural debajo de la lista de los que eran admitidos, había una nota del profesor Pierre Mombeig: ‘La primera clase del curso de geografía será el día tal, una excursión de campo. Vengan con los trajes adecuados’. Yo nunca había hecho una excursión de campo con un profesor y quedé entusiasmado”.
En la orientación hacia la geografía intervino otra vez el azar y el magisterio. Sin duda la clave está aquí: “Las clases de Mombeig me parecieron atrayentes, extraordinarias, aunque yo tenía una cierta actitud crítica en relación a las de los otros profesores”. La primera excursión que hizo con este profesor francés, momentáneamente presente como docente en Sâo Paulo, se dirigió hacia Sorocaba, Itú y Campinas; su recuerdo es nítido: “yo, claro, no lo sabía, pero esa excursión definiría mi vida”. Le permitió darse cuenta de que podía leer el paisaje, y, poco después, que podía viajar hacia la periferia de Sâo Paulo para descubrirlo.

La geografía brasileña estaba en aquellos momentos experimentando una transformación de gran importancia. Sin duda puede trazarse una historia de la ciencia geográfica brasileña que se remonte al siglo XIX e incluso al XVIII o XVII. Pero la Universidad de Sâo Paulo había sido creada hacía poco y la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias estaba en una fase inicial. Los profesores que daban los cursos de geografía “estaban todavía en los inicios de la preparación del conocimiento, e intentaban hacer síntesis rápidas de algunos asuntos a partir de libros importantes”; y añade: “después de las clases yo los buscaba en la biblioteca y veía que lo que estaban diciendo era muy poco”.
En esa situación la llegada de un grupo de jóvenes geógrafos franceses constituyó un acontecimiento capital. Los que llegaron, y que Aziz tuvo como profesores, fueron, además del citado Pierre Mombeig, Roger Dion, Louis Papi, Pierre Deffontaines y Francis Ruellan, todos los cuales tenían ya experiencia investigadora, que ampliaron con estudios sobre Brasil, algunos de ellos en forma de Tesis doctoral, como la del primeramente citado (Pionneurs et planteurs de Sâo Paulo, 1952).
Sin duda el contacto con todos ellos, con excelentes investigadores y docentes, fue fundamental para convertir al joven estudiante en geógrafo. Fue entonces cuado el hábito de las salidas al campo, de la discusión sobre el terreno, el deseo de conocer el medio natural y humano en que vivía -la ciudad de Sâo Paulo que empezaba a convertirse en una gran ciudad, e instalaba líneas de tranvías que alcanzaban la periferia de la urbe- actuó para estimular y potenciar el gusto por el viaje y el conocimiento del territorio.
Al igual que más o menos por la misma época ocurría en Estados Unidos, especialmente en California, también fue importante la influencia de la antropología. Un profesor en concreto, Emílio Willens resultó decisivo en lo que se refiere a este campo de la ciencia social. A través de él conoció los métodos que seguían los etnógrafos como Franz Boas, y la sociología norteamericana de la escuela de Chicago, y fue descubriendo la importancia de los contactos culturales y étnicos, así como el mundo urbano y las profundas diferencias sociales que en él existen. Finalmente, una amplia pasión por la lectura le permitió “percibir la geografía a través de las novelas”, especialmente a través del estudio de la literatura regional brasileña.
Una amplia generación de geógrafos brasileños se formó en aquel ambiente en los años cuarenta en las Universidades de Rio de Janeiro y de Sâo Paulo. Con una buena preparación en geografía física y humana, una significativa atención a la geografía regional, una voluntad de contacto con el territorio a través de los trabajos de campo y una amplia formación histórica que les daba sensibilidad hacia la dimensión temporal de los hechos que estudiaban tanto naturales como humanos. Un extenso y variado país, como es Brasil, que ellos iban descubriendo y estudiando poco a poco, les proporcionó un amplio conocimiento de medios biogeográficos y sociales muy variados, y les permitió hacerse preguntas concretas a partir de los problemas generales que la ciencia geográfica planteaba en aquellos momentos. Libros franceses, norteamericanos y españoles (como los que publicaba la editorial Labor en Barcelona) les proporcionaban la información para alimentar sus inquietudes científicas.
La geografía francesa, como las de otros países europeos, valoraba en aquel momento los estudios de geografía regional, con atención tanto a los hechos físicos como a los humanos. Todos los geógrafos, aunque hubieran tenido una formación de historiadores, se esforzaban por prestar atención a los rasgos físicos del paisaje, a los condicionantes físicos de los hechos humanos; al igual que los que procedían de la geología o la biología incorporaban en sus estudios la acción humana. Fue así como el talante naturalista del joven Aziz pudo desplegarse. Y empezó a interesarse por tres aspectos: los afloramientos rocosos, los relieves del entorno de Sâo Paulo, y la sedimentación que a partir de ellos se depositó en la cuenca paulista.
Su Tesis doctoral dirigida por Aroldo de Azevedo, se dedicó a la Geomorfología do Sítio Urbano de Sâo Paulo, y constituye una aportación de gran relevancia científica. Con ocasión de un reciente viaje a Sâo Paulo, y ante mi curiosidad por entender la estructura del emplazamiento físico en el que se levanta la metrópoli, un colega ha tenido la amabilidad de facilitarme la reedición facsímil que acaba de hacerse de esta obra fundamental que se defendió en 1956 y se publicó al año siguiente. En una metrópoli que se ha transformado profundamente en el último medio siglo, este libro proporciona un material científico y fotográfico de primera magnitud para entender la configuración del medio natural y los condicionantes físicos del desarrollo urbano. Y sigue mostrando la gran preparación científica que tenía el autor y la importancia de sus aportaciones al conocimiento de la sedimentación fluvio-lacustre en la región de Sâo Paulo y de los procesos erosivos que actuaron y que dieron lugar a una estructura de colinas (entre la cuales adquiere especial relieve la del Espigón Central, por el que discurre la Avenida Paulista) y de planicies aluviales drenadas por los cursos del Tietê-Anhangabaú y el Pinheiros.
La fase final de la redacción de esta tesis coincidió con la organización del Congreso Internacional de Geografía que se celebró en Rio de Janeiro en julio de 1956 significó la aparición de la geografía brasileña a escala internacional. La organización requirió un gran esfuerzo, en el que estuvieron involucrados muchos geógrafos. La preparación de guías para los itinerarios geográficos que acompañaron al congreso supuso un importante esfuerzo de sistematización, que se apoyaba ya en una amplia serie de estudios realizados por geógrafos brasileños. El mismo Ab’Saber participó en dos de esas guías, la del Nordeste y la del valle de Paraiba y región de Sâo Paulo.
Tanto para los brasileños como para los visitantes el congreso significó mucho. He oído contar varias veces al profesor Vilá Valentí el impacto que ese congreso tuvo en su formación, y la apertura que en la España del momento representó la posibilidad de asistir al mismo. En lo que se refiere a Brasil, Aziz N. Ab’Saber recuerda la impresión de la delegación francesa, constituida por muchas de las grandes figuras que conocía a través de libros y artículos, como Max Sorre, Jean Tricart, André Cailleux, Jean Dresch y otros, que, para un profesor como él, que no había podido viajar al extranjero por problemas económicos y falta de relaciones, “marcaron -según escribe- un cambio total en mi vida”.
Los contactos con algunos de esos profesores en las excursiones geográficas del congreso fueron muy importantes. “Algunas frases –anota- marcaron mucho mi vida”. Seguramente fue así, y sin duda los debates con los geógrafos franceses (especialmente con Tricart, Dresch y Cailleux) fueron muy provechosos para él. Pero también le permitieron ser consciente de los avances que la geografía brasileña, en general, y su propia investigación, en particular, habían realizado: en esas excursiones, discutiendo con Tricart, “establecí mi propio roteiro para la geomorfología un poco más allá que el de él: no es solo la estructura superficial del paisaje lo que ha de ser estudiado; es preciso estudiar otras cosas también, lo que yo ya hacía”.
El campo de especialización principal del joven geógrafo fue sobre todo la geomorfología, a la que llegaba con una buena formación geológica, lo que no dejó de darle algunos sesgos para sus análisis, como él reconoce. Pero, aceptando la tradición geográfica de dedicarse a la vez a temas de geografía física y humana, y atraído verdaderamente por los temas sociales, Aziz N. Ab’Saber fue publicando artículos de las dos áreas de la disciplina. Especialmente en el Boletín Paulista de Geografia, que había sido fundado en 1949 y que bajo la dirección de Aroldo de Azevedo se había convertido en una valiosa revista científica.
Todo eso se había ido realizando en una situación personal difícil, tanto desde el punto de vista vital, con el riesgo de una grave enfermedad, como económica. El relato de los años de estudio en la Universidad y de los inmediatamente posteriores son a veces dramáticos, aunque sin acrimonia y dulcificados en el recuerdo: los colegas que se dan cuenta de sus dificultades económicas (su “pobreza”, escribe) y le facilitan algunas clases particulares y en centros de enseñanza secundaria; los esfuerzos para estar al día de lo que se publicaba en el extranjero y para realizar investigaciones; el cargo de “práctico de laboratorio”, que ocupó hasta 1965 (es decir, hasta los 41 años de edad):
“para poder dar cursos como doctor siendo práctico de laboratorio, los otros tenían que firmar los boletines y las clases por mi. Por todo eso, puede percibirse lo humillante y trabajoso que fue el comienzo de mi carrera, y económicamente difícil”.
Solo una actitud decidida y sin desmayo, una voluntad enérgica y una motivación intelectual sin vacilaciones podía permitirle, como en otros casos a muchos científicos, superar la dureza de los comienzos.
Es admirable observar la forma como se van encadenando los temas de investigación, a partir de una evidente inclinación personal hacia las cuestiones geomorfológicas y una obligada atención a los temas de geografía humana debido a las concepciones dominantes en la comunidad geográfica de los años 1940 y 50.
En lo que se refiere a la geografía física, desde la geomorfología del altiplano paulista y del valle del Paraíba, los niveles de erosión, la realización de la Tesis sobre la geomorfología del sitio de Sâo Paulo; más tarde, las fluctuaciones climáticas en el cuaternario, la geomorfología de la caatinga y del cerrado, la geomorfología de la Amazonia, hasta llegar al interés por el conjunto de los relieves brasileños y la expansión de los climas secos en América con ocasión de los períodos glaciales cuaternarios; finalmente, el conjunto de los ecosistemas continentales.
La relación con biólogos le llevó a darse cuenta de la importancia de los cambios climáticos en la evolución de las formas superficiales. Reductos de selva quedaron aislados y se convirtieron en espacios para la evolución de subespecies. Son a estas cuestiones a las que él mismo concede la mayor importancia en el recuerdo de su vida, y enlazan con cuestiones planteadas ya en sus investigaciones en la década de 1950 y su diálogo con otros geógrafos: “las líneas de piedra y la Teoría de los Reductos son grandes aspectos de mis trabajos fundamentales: son tal vez las cosas más importantes que investigué a partir de las observaciones pioneras de Jean Tricart y André Cailleux”. En realidad, tal como él mismo recuerda, la Teoría de los Refugios, bien conocida, fue desarrollada por Vanzolini partir de una inicial Teoría de los Reductos, que él mismo habla elaborado hacia 1960: “simpre vuelvo (teimo) a decir: la Teoria de los Reductos es ,i teoría, y la Teoría de los Refugios es de él, por una cuestión de honradez”.
Las observaciones de éstos se referían a la disminución de áreas forestales en algunos momentos del cuarternario, lo que dio lugar por parte de Ab’Saber a una inquietud sobre la forma concreta en que ello se había producido y sobre la posible localización de áreas residuales de bosque, que habrían servido de reductos y que permitirían luego una expansión del mismo cuando los climas volvieron a ser húmedos. Como él mismo escribe:
“para retornar la tropicalidad boscosa tenían que haber existido matrices preservadas de bosques tropicales biodiversos, que se ampliaron, se unieron, florecieron y ocuparon grandes espacios anteriormente dominados por diversas fajas de caatingas (Brasil tropical atlántico) y cerrados (sobre todo en la zona ecuatorial amazónica). Esa interpretación fue ofrecida a los biólogos que inmediatamente percibieron la importancia de esos reductos de selva como refugios de fauna”.
Todo eso tenía gran trascendencia para entender la génesis de ciertos endemismos americanos. Y también tenía importancia para apreciar la evolución y ciertos rasgos de la Amazonia, donde habían existido también caatingas, antes de la reconstitución de la selva.
Esos problemas le iban conduciendo cada vez más hacia el paisaje biogeográfico y a los paisajes en general, al tiempo que su investigación se iba enriqueciendo con los resultados de los trabajos que paralelamente iba realizando sobre aspectos antrópicos.
En lo que se refiere a la geografía humana, la ciudad empezó a atraerle bien pronto. Ante todo Sâo Paulo, que conoció bien utilizando el transporte público de tranvías que le permitían acceder a la periferia y visitarla sistemáticamente desde sus años de estudiantes universitario; luego, cuando sus padres se instalaron en la ciudad, los muchos cambios de domicilio que tuvieron que hacer debido a la situación familiar y el precio de los alquileres, le dieron una visión más profunda de una variedad de barrios populares.
También le interesaron otras ciudades, por motivos diversos. Así, con ocasión del primer viaje a Amazonas, la ciudad de Manaus, donde, además empezó a interesarse por la contaminación fluvial. Más tarde también otras donde trabajó, como Porto Alegre, o que pudo conocer en relación con sus otras investigaciones.

Bien pronto se sintió inclinado a comprometerse con ciertas reivindicaciones. Luchó contra proyectos mal concebidos y que afectaban a los ecosistemas y al equilibrio natural. Como la construcción de un aeropuerto en un área natural solo por el hecho de que era tierra pública y que no era necesario expropiar. Todo ello le conduciría a interesarse por el planeamiento, y por los impactos de las construcciones nuevas en la naturaleza.
El conocimiento de las cuestiones biogeográficas, el estudio del equilibro y las rupturas en el espacio geográfico brasileño, la contaminación de las aguas, la atención las influencias antrópicas en ambientes naturales diversos, son cuestiones que le llevaron hacia los problemas ambientales, a la gestión del territorio y al planeamiento, cuestiones claramente abordadas ya a en los años 1970. También a los ecosistemas, al paisaje y a un creciente interés por las relaciones interdisciplinarias; igualmente a partir de toda esa evolución se interesó por los conceptos de geosistema y de geofacies acuñados por Georges Bertrand (que una errata del libro ha hecho aparecer como Bernard Kayser), o a los problemas relacionados con lo que algunos han llamado el “metabolismo urbano”.
Desde su estancia en Porto Alegre incorporó ampliamente la fotografía aérea a sus investigaciones sobre las formas de relieve. Más tarde se interesaría asimismo por las potencialidades nuevas que introdujeron la posibilidad de disponer de imágenes de satélite para el estudio de áreas de difícil acceso como el Pantanal, y exploró su utilización para los estudios hidrológicos y paleoecológicos de diversas áreas, así como el uso de las imágenes obtenidas con radar para el estudio de la Amazonia cubierta de nubes. Aunque insistió siempre, como buen geógrafo de su generación, en que la imagen obtenida a distancia no evita la necesidad de trabajar también en el campo
En los años 1980 se acentuó también su preocupación por el patrimonio histórico, y puso esfuerzos para aplicar también el concepto al patrimonio natural con vistas a su preservación. En ese sentido, participó o impulsó proyectos para el inventario y catalogación de áreas naturales frente a grandes proyectos de intervención, de carácter hidráulico o turístico
El relato de su vida, escrito a los 83 años parece tener un final algo triste, no muy esperanzador. Alude a la lucha para defender la sierra de Carajás de los garimpeiros que buscaban oro, e impedir la privatización de la Compañía del Vale do Rio Doce y los problemas de salud que eso le produjo; y también al esfuerzo que puso para poner en marcha proyectos que finalmente no se realizaron, como el de FLORAM (Florestas para o Meio Ambiente), que él propuso también convertir en un proyecto de creación de bosques sociales. También menciona con melancolía la falta de reconocimiento institucional ante algunos trabajos, lo que hizo posible que otros se aprovecharon capitalizando premios o galardones. Y finalmente, lamenta los excesos que a veces se experimentan en el desarrollo o el desmedido afán de transformación. Percibe eso mismo al mirar hacia la tierra de su niñez, Sâo Luiz en el valle de Paraiba, que encuentra profundamente cambiada. Vale la pena reproducir el final de la primera parte, con la que acaba el relato de su vida, en una trayectoria vital y territorial , que vuelve al lugar de origen, ahora transformado:
Ayer y hoy
En la noche de Sâo Luiz: oscuridad. Los lentos sonidos de la gran campana de la iglesia. Sapos croando en la ribera del río. Gallos cantando en la madrugada. Ahora, tantos años después, mi bella casa está en el corredor de paso de los aviones. Ruido de automóviles en las autopistas. Y helicópteros trayendo a los ricos para sus edificios industriales en la triste periferia de la ciudad”.
Pero esa imagen final melancólica da una falsa impresión de pesimismo. Los ideales permanecen incólumes. La parte segunda de la obra la dedica a “Una ética para la vida”, y en ella el profesor Ab’Saber va planteando sucesivamente las relaciones de arte y ética en la geografía, la honradez en las investigaciones, y la necesidad de citar siempre cuidadosamente las fuentes de las ideas y de los datos (lo que, constata, no siempre se hizo con su obra), la actitud ante los concursos académicos para seleccionar al profesorado, la resistencia a presiones del exterior, la necesidad de libros didácticos y su ideario ético y humanista.
Llegados aquí, y con la experiencia de la vida de Aziz Nacib Ab’Saber, podemos volver a plantear las preguntas iniciales: ¿como se hace uno científico o, más concretamente, geógrafo? ¿qué es ser geógrafo?.
La carrera de un científico está hecha de una fuerte motivación intelectual, a la que se unen la voluntad, la inteligencia y el azar. Una carrera donde los azares le llevan a uno por caminos a veces inesperados. Posibilidades de seguir estudios de enseñanza secundaria y universitaria, profesores capaces de motivar, oportunidades profesionales. Libros leídos, conversaciones con los colegas, ideas que resultan atractivas, ambientes intelectuales estimulantes, incluso frases oídas y que años más tarde pueden ser el punto de partida para una inquietud científica e incluso para proyectos de investigación. Cuando todo eso es acompañado de problemas intelectuales sentidos con pasión y decisión para plantearlos y resolverlos puede dar lugar a una gran obra científica.
Sin duda esa trayectoria necesita de publicaciones, revistas, y necesita tiempo. Pero también puede hacerse en condiciones difíciles, con escaso apoyo institucional de carácter económico, como sucedió en el caso de Ab’Saber, en un momento en que no existían instituciones como CAPES y FAPESP.
Eso vale para todas las disciplinas y podemos encontrar en muchos casos trayectorias profesionales e investigadoras parecidas a las que se nos describe en el libro. Ab’Saber podría haber sido un gran geólogo y llegar a tener en otras disciplinas posiciones institucionales e iniciativas en campos educativos y en la organización de equipamientos (laboratorios, bibliotecas, etc.), como las que tuvo en el campo de la geografía. Tal vez habria podido, incluso, desarrollar curiosidades y problemas científicos como los que abordó. Pero se convirtió en un geógrafo, y eso afectó a toda su trayectoria intelectual.
Podemos preguntarnos porqué y cómo se convirtió en geógrafo, y qué consecuencias tuvo eso.
Inicialmente, fue en cierta manera el azar lo que convirtió a Aziz Nacib Ab’Saber en geógrafo, y no en un científico del área de las ciencias naturales. Esa incorporación a una comunidad científica existente determina aspectos fundamentales de la evolución intelectual posterior.
Para la generación de Aziz Nacib Ab’Saber, fueron sin duda esenciales los puentes que se establecían en direcciones diversas y, fundamentalmente, el énfasis en las interrelaciones entre los hechos físicos y humanos. Eso vino estimulado por la tradición interiorizada por la comunidad científica, por los contratos, las relaciones personales, las lecturas.
Esa trayectoria geográfica es lo que permite entender plenamente la evolución que experimentó y los ideales que desarolla en la segunda parte de su libro, donde los problemas abordados se estudian sobre todo desde la geografía y desde la tradición aceptada por la comunidad.
Esa tradición consideraba esencial la atención a los aspectos físicos y humanos. Y eso es lo que descubrió. En conjunto, se fue interesando cada vez más por las interrelaciones y por la acción humana en el territorio: “quien se dedica exclusivamente a la geomorfología, como yo hice al comienzo de mi carrera, tiene un placer muy especial en la observación del paisaje, pero sin la connotación de percibir defectos de organización humana sobre los espacios de la naturaleza; con el tiempo salí de ese esquema”
El inicio de la segunda parte de su libro constituye toda una declaración, directamente vinculada a una concepción muy poderosa de la geografía:
“Toda vez que el conocimiento geográfico es proyectado para un conjunto de personas que van trabajando con planeamiento, éste pasa a ser altamente ético y humanitario. Son los geógrafos los que cuidan de las relaciones entre hombres, comunidades, sociedades y el medio ambiente en que esos componentes básicos del planeta, junto con la vida vegetal y animal, tiene su habitat”.
Una declaración que compartirían sin duda otros muchos geógrafos de su generación, al igual que esta otra que le acompaña: “El geógrafo tiene que estar siempre atento a la historia en proceso”. Y más adelante: “Existe un campo de las ciencias que implica una apreciación doble: arte y ciencia. Es así como entiendo los estudios básicos para el planeamiento de orientación dirección social”. Todos coincidirían igualmente también con él en la importancia del trabajo de campo, que destaca en varios pasajes de su libro.
Otras declaraciones constituyen una toma de posición más personal, aunque también compartidas por otros geógrafos. Se trata de la declaración sobre “el carácter ético de la geografía”, sobre la necesidad de estar siempre bien informado, sobre la importancia de trabajar para el bien del propio país y, especialmente “de mi pueblo y de los que carecen, que están más próximos de mi. Representantes de muchedumbres que están debajo de la línea de la pobreza”. Y afirma taxativamente; “tengo un sentido de la geografía humana que es ciertamente ético y humanístico”. Lo que ha de hacerse resulta para él bastante claro: aunque no se tenga poder para impedir o transformar nada es preciso “aconsejar, comprometerse en la lucha”
La pregunta es ahora: ¿vale todo eso para los geógrafos actuales?. En unos años en que hemos visto declaraciones muy formales sobre el humanismo e incluso se ha desarrollado una llamada “geografía humanista” son numerosos los geógrafos que se han comprometido con el trabajo profesional, el asesoramiento a empresas e instituciones gubernamentales del más diverso color político, a trabajos en que el comitente impone objetivos y a veces incluso acciones, y que están lejos de los ideales de un geógrafo de la vieja generación como Ab Saber. La lectura de su obra puede ser un buen recordatorio de prácticas académicas, científicas y éticas que se han practicado y se practican en la ciencia geográfíca, y un buen ejemplo para los jóvenes que quieran seguir esta profesión.
El libro, dirigido, como hemos dicho, a personas que quieren elegir su profesión, acaba con una bibliografía de los principales trabajos del profesor Aziz Nacib Ab’Saber y con una relación de instituciones dedicadas a la enseñanza de la geografía en todos los estados y territorios de Brasil, desde Acre (la Universidad Federal de Acre, en Rio Branco) a los dos Campus que existen en Tocantins (la IFT, con sus campus en Araguaina y en Porto Nacional). Si la bibliografía muestra el resultado de una vida dedicada a la investigación y al magisterio universitario, la relación de instituciones docentes impresiona por su extensión: 191 centros universitarios en los que pueden seguirse estudios de geografía. Es posible que no todos sean de excelencia, pero me consta que muchos de ellos lo son, y permiten la comparación con los mejores del mundo. Un buen número, además, cuentan hoy con buenas bibliotecas y mapotecas, gracias a la actuación de profesores como Aziz Nacib Ab’Saber, que tuvo siempre a lo largo de su carrera académica una gran preocupación por dotar de buenas bibliotecas universitarias los centros de estudios en los que tuvo alguna responsabilidad, e incluso en ciudades pequeñas y en grupos escolares. Cuando se tiene el dato cuantitativo sobre el número de centros existentes para seguir esos estudios, y se conoce la calidad, la motivación y el entusiasmo de los geógrafos brasileños (tanto de los profesores como de los estudiantes), se ha de concluir necesariamente que si Brasil es ya una superpotencia mundial política y económicamente, y si la ciencia geográfica brasileña es ya hoy una de las más desarrolladas y atractivas de todo el mundo, el futuro es todavía más prometedor.

© Copyright: Horacio Capel, 2007
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Ficha bibliográfica

CAPEL, H. Qué es ser geógrafo? Uni libro de Aziz Nacib Ab'Saber. Biblio 3W Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol.XII, nº 763, 30 de noviembre de 2007. [http://www.ub.es/geocrit/b3w-763.htm]. [ISSN 1138-9796].

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